miércoles, 8 de marzo de 2017

Hacer las paces con tu parte no reconocida

Foto: Andrea Koporova
“A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas.
Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra,
sino algo que uno crea”. –Thomas Szasz

Tina se encontraba en un cruce de caminos. Su hija se había ido a la Universidad y su marido tenía sus propios intereses. A pesar de que en algún momento disfrutó en el Banco, ahora no le produce gran interés su trabajo. Durante algún tiempo, se ha estado preguntando si debería renunciar al mismo. Pero, ¿qué pensarían sus colegas y su jefe de ella?
Este flujo de conciencia llevó a Tina a hacerse preguntas más profundas y reveladoras:
¿Qué pasa si todas sus decisiones las hizo en respuesta a lo que otros esperaban de ella? Tina siempre fue la princesa de sus padres, una estudiante brillante que se casó con el hombre adecuado y trabajó en el sector que tanto su padre como su abuelo habían querido. Ahora, a la edad de 45 años, dudaba si estas elecciones fueron ,en realidad, pseudo-decisiones, dada la presión que había sentido por parte de la familia en cuanto a ellas.
Incluso mucho más atemorizante: ¿qué otras opciones tenía ella en ese momento?
Tina comenzó a preguntarse. ¿De dónde venía todo esto?, ¿Existía una parte escondida de sí misma que no alcanzaba a comprender, o que quizás ni llegase a conocer? Recordaba cómo siendo adolescente su principal preocupación era: ¿Qué es lo que la gente quiere que haga?, ¿Quién quieren que sea? Quizás, el tiempo ha desenterrado estas preguntas - para poder ver con honestidad lo que realmente quería, más allá de lo que otros querían que fuese. Pero ¿qué es lo que la verdadera Tina quería?
La idea de una identidad "verdadera" y una "falsa" o "identidad sombra" ha sido tema de preocupación para los psicólogos desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, Carl Jung introdujo la noción de la cara oculta de nuestra personalidad, concibiendo la "sombra" como lo desconocido, el lado oscuro -que proviene de emociones primitivas, negativas, despreciadas socialmente, como la sexualidad, el deseo de poder, el egoísmo, la codicia, la envidia, los celos y la ira. Pero aunque la sombra personifique todo lo que tememos, y por tanto se rechaza, sigue siendo parte de nosotros. Jung creía que, a menos que nos reconciliemos con nuestro lado oscuro, estaremos condenados a ser sus víctimas.
De manera similar, Erickson, otro famoso psicólogo, introduce la idea de la crisis de identidad. Al igual que Jung, sugiere que la formación de la identidad tiene su lado oscuro y negativo. Hay partes de nosotros que son atractivas pero desconcertantes y, por tanto, se tiende a esconderlas. Durante el proceso de hacerse adulto, no solo internalizamos lo que se considera aceptable, también internalizamos (de manera menos consciente) las actitudes parentales y sociales sobre características y cualidades indeseables por la cultura y sociedad en la que vivimos. Para muchos de nosotros éstos aspectos se convierten en la "fruta prohibida", es decir, en cosas por las que nos sentimos atraídos para sentirnos más auténticos, y que a su vez habrá que intentar integrarlas en nuestro sentido de identidad.
Winnicott elaboró la idea del "verdadero yo" y "falso yo". Explica que al principio de la infancia, todos nosotros, en respuesta a amenazas percibidas de nuestra integridad, desarrollamos una estructura defensiva que podría evolucionar hacia un "falso yo". Sugiere que si nuestras necesidades básicas no están cubiertas -no reflejadas o metabolizadas por nuestros padres- podemos suponer que no son importantes. Cumpliendo con los deseos de nuestros padres, podemos estar reprimiendo nuestros propios deseos desconociendo o censurando lo que realmente queremos hacer y ser. Podríamos pensar que el hecho de no hacerlo podría poner en peligro nuestro rol en la familia. Además, podemos internalizar los sueños de nuestros padres de auto-glorificación a través de nuestros éxitos. Pero esta aquiescencia (o aceptación) de los deseos de los demás es una mentira emocional. Pagamos el precio de eliminar nuestros propios deseos y que estos retornen, a menudo, en forma de conflicto. En nuestros esfuerzos de agradar a otros, escondemos nuestro "verdadero yo" que, a cambio, nos conduce hacia el auto-desconocimiento o hacia el auto-extrañamiento. Si este es el caso, el "falso yo" ocupará el puesto. Se convertirá en un arma defensiva para mantener al "verdadero yo" escondido en la retaguardia.
Si hay una gran discrepancia entre el verdadero y el falso yo, existirá un sentimiento vulnerable de la identidad. Y si somos incapaces de adquirir un sentimiento de identidad estable, podríamos terminar algún día escarbando y desentrañando como lo hizo Tina. Después de pasar un tiempo haciendo lo que los demás esperan de ella y cumpliendo con sus expectativas, Tina experimentó lo que Erickson llamaría una crisis de identidad retrasada. En un cierto momento de su vida, le resultó muy difícil mantener la mentira.
El caso de Tina también ilustra el viaje en busca de identidad que normalmente comienza en la adolescencia y no para aquí. En su caso, la tensión entre el "falso yo" y el "verdadero" le vino a la mente, contribuyendo a renovar la confusión que había experimentado en etapas tempranas de su vida. No viviéndola al completo -no integrando estas otras partes de sí misma, su identidad negativa o en sombra- acabó drenándola por completo contribuyendo a vivir aspectos y decisiones que no encajaban con sus necesidades reales. Ignorar su lado en sombra significó consumir un gran monto de energía, empobreciendo su creatividad interior y contribuyendo a varios síntomas de estrés, incluyendo reacciones depresivas.
Pero el retorno de lo reprimido no debería verse como una experiencia meramente negativa. A pesar de que una persona pueda ver estas partes de sí misma como una representación de su vida no vivida, una crisis de identidad retrasada también puede contener las semillas de una renovación psicológica -la motivación para introducir nuevas direcciones en su vida. Si se coquetea con la sombra -aceptando estas partes no vividas de ti mismo y aprendiendo a leer los mensaje que contienen- puede conducir a un nivel más profundo de conciencia, a la vez que al comienzo de la chispa de tu imaginación. Cuando una persona está lista para aceptar estas partes, en lugar de ignorarlas o esconderlas, puede descubrir todo tipo de ideas creativas y positivas deseando ser puestas en marcha. Estos deseos enterrados ayudarán a hacer surgir no solo la pregunta de ¿Quién soy yo? sino también la de ¿Quién quiero ser?. Esto puede hacer cambiar la espiral negativa de autocompasión, que lleva a la inacción, en una perspectiva a partir de la cual se pueda hacer cambios.
Esto es lo que pasó en el caso de Tina. Se enfrentó con las experiencias vividas anteriormente. Trasladó sus sueños a un diario y escribió las asociaciones que le vinieron a la mente. Escribió cartas a su “yo” del pasado y al del futuro. Le contó a su marido cuáles eran sus sueños y las emociones que esto le producía. Juntos hablaron sobre las sensaciones de frustración y ansiedad. Su marido también comenzó a compartir algunos de sus sueños con ella. Sus conversaciones tomaron un cariz más concreto, discutían su futuro juntos, incluyendo sus carreras, finanzas y su futura vida juntos. Esta auto-exploración permitió a Tina tomar conciencia tanto de sus necesidades internas como el tipo de vida que había tenido hasta este momento.
Reafirmada y con energía renovada, Tina revisó sus responsabilidades en el trabajo y encontró maneras de hacer cambios que fueran positivos tanto para el banco como para ella. Incluso se dio el permiso para intercambiar con su padre sus propias ideas acerca de política durante una cena, y ante su sorpresa, pareció que él respetaba su opinión.
Muchos de nosotros encontramos que este tipo de trabajo nos resultaría difícil y confuso, pero el hecho de aprender a seleccionar y reconocer nuestros “demonios” internos puede ser liberador. Cuestionarse, reflejarse y tener conversaciones con sentido con gente clave en nuestra vida puede ayudarnos a lidiar con nuestro lado en la sombra y crear la conexión necesaria entre nuestros falso y verdadero yo. Y para conseguirlo, debemos afrontar el autoconocimiento con curiosidad, como si fuese una aventura fascinante, una exploración de las riquezas contenidas en este mundo interno previamente desconocido.
“Podrás reconocer tu propio camino una vez que estés en él, ya que de pronto tendrás más energía e imaginación que la que podrías llegar a necesitar”. – Jerry Gillies
Fuente:

Manfred F. R. Kets de Vries - Make peace with your unlived life. December 21, 2016 - Pshychology - Harvard Business Review

jueves, 9 de febrero de 2017

CNV 10 - Parafrasear para mejorar la empatía y la comprensión

Uno dice lo que dice y el otro escucha lo que escucha
Maturana.

Como hemos visto en posts anteriores, para conseguir comunicarse de manera transparente, clara y cuidadosa, hay dos aspectos claves a desarrollar: la expresión sincera de necesidades y sentimientos, por un lado, y recibir y escuchar con empatía por otro.
Una de las herramientas para mejorar la recepción empática, una comunicación eficaz y para crear sintonía con la otra persona, es la utilización de la técnica del parafraseo.

domingo, 8 de enero de 2017

CNV IX - El uso de la empatía

Lo más importante es que necesitamos ser entendidos.
Necesitamos alguien que sea capaz de escucharnos y entendernos.
Entonces, sufrimos menos.
Thich Nhat Hanh.
La CNV se compone básicamente de estos dos aspectos: expresarse con sinceridad y recibir con empatía.
Hasta ahora hemos hecho un recorrido por los cuatro pilares más importantes sobre los que se basa la Comunicación No Violenta: lo que observamos, lo que sentimos, lo que necesitamos y lo que pedimos. Hemos trabajado todo lo que tiene que ver con nosotros, cómo hacemos, percibimos, sentimos y pedimos, hemos aprendido a comprendernos, a analizarnos y a cambiar aspectos que nos ayuden a conseguir una mejor comunicación con los demás.
Ahora llega el momento de salir al exterior y aplicar todo esto que hemos estado practicando en primera persona para “escuchar” lo que observan, sienten y necesitan los demás y comprender lo que nos piden. Pasaremos a esa faceta de la comunicación conocida como «recepción empática».
Entendemos la empatía como la comprensión respetuosa de lo que los demás están experimentando. Para ello es necesario que escuchemos con “todo nuestro ser”. No es simplemente escuchar con los oídos lo que el otro nos está diciendo, es mucho más que eso, es estar presente con todos los sentidos.
Un niño pedía atención a su padre: “Papá escúchame, pero no solo con tus oídos, quiero que me escuches también con tus ojos”. Intentaba con esto decirle que esperaba algo más que el mero hecho de que su padre oyera aquello que tenía que decir, quería atención plena, que estuviese presente y comprendiendo lo que le quería contar.
Cuántas veces hacemos esto con sin darnos cuenta: Estamos tan ocupados, tan metidos en nuestro quehacer y con poco tiempo que, a la vez que realizamos alguna tarea, estamos escuchando lo que nos cuentan, sin estar realmente presentes.
La verdadera empatía solo se produce cuando aprendemos a tomar distancia de las ideas preconcebidas y los prejuicios que nos acompañan. No exige nada de otro momento vivido en el pasado, solo vaciar la mente y estar limpios de ruidos innecesarios que emborronan la calidad de la presencia y la escucha.
Si nos paramos a pensar cómo es nuestra capacidad de escucha, en muchas ocasiones nos reconoceremos en la tendencia a dar consejos, a tranquilizar o a explicar cuál es nuestra postura o nuestros sentimientos al respecto, sin prestar la debida o completa atención al mensaje que nos transmite la otra persona.
Algunas de las conductas habituales que impiden estar lo suficientemente presentes, identificadas por Holley Humphrey son:

Aconsejar: "creo que deberías...", "quizás si considerases..", "yo que tú, creo que diría..."
Competir: "Tranquilo, esto se pasa, mira cuando a mí me paso...."
Educar: "Al menos esto te sirve para la próxima vez"
Consolar: "Lo hiciste con la mejor de tus intenciones"
Minimizar: "Ánimo, que no es para tanto"
Compadecer: "¡Ay, pobre, cuánto lo siento!
Interrogar intentando la comprensión intelectual: ¿Desde cuándo te ocurre esto?
Corregir: "No, esto lo debiste entender mal"

En estos casos suele ocurrir que sentimos la necesidad de «arreglar las cosas» para que los demás se sientan mejor. Esto puede ser incluso una medida para bajar nuestra propia ansiedad ante lo que nos está contando la otra persona, pues verle sufrir nos aflige. En realidad, lo que generalmente conseguimos con esta forma de actuar es que dejamos de estar presentes, pasamos a observar a la persona y a buscar formas para reducir la sensación de desazón que sentimos, y de esta manera, dejamos de acompañar, de estar presentes, de empatizar.
Es difícil centrarse en los sentimientos y necesidades de los demás cuando estamos acostumbrados a sentirnos responsables de sus sentimientos y a tomarnos lo que nos dicen de una manera personal.
Un caso práctico no ayudará a comprender mejor las ideas que acabamos de comentar.
Una mujer quería aprender a comunicarse y entender mejor a su marido, escuchando las necesidades y sentimientos que se escondían detrás de ciertas afirmaciones de éste. Se le sugirió que tratase de ‘adivinar’ los sentimientos y necesidades de su marido y que después los confirmara a través de una conversación con él.
Marido:           ¿De qué sirve hablar contigo? Nunca escuchas
Mujer:             ¿No eres feliz conmigo?
Terapeuta:    (Dirigiéndose a la mujer) Cuando usted dice «conmigo» da a entender que los sentimientos de su marido son el resultado de algo que usted hizo. Quizás podría preguntarle: «¿No eres feliz porque necesitarías...?», en lugar de: «¿no eres feliz conmigo?». De esta forma, es posible que consiga centrar la atención de lo que le está ocurriendo a su marido y reduciría las probabilidades de que usted se tomase lo que él ha dicho de una manera personal.
Mujer:           ¿Qué le debo decir entonces? «¿No eres feliz porque...?» Porque.... ¿qué?
Terapeuta:    Intente encontrar la clave de lo que su marido le dijo: «¿De qué sirve hablar contigo? Nunca escuchas». ¿Cuál es la necesidad que no está satisfaciendo usted cuando él dice eso?
Mujer:          (Tratando de empatizar con las necesidades que expresa su marido a través de sus palabras) ¿No eres feliz porque te parece que no te comprendo?
Terapeuta:   Observe que usted se está centrando en lo que su marido está pensando, no en lo que está necesitando. Es posible que las personas resulten menos amenazantes para usted, si escuchara más lo que necesitan en vez de centrarse en la opinión que tengan sobre usted. En lugar de oír que no es feliz porque cree que usted no lo escucha, céntrese en lo que necesita diciéndole algo parecido a: «No eres feliz porque estás necesitando...»
Mujer:           (Intentando nuevamente) ¿No eres feliz porque estás necesitando que te escuche?
Terapeuta:    Estaba pensando en algo así ¿No le suena diferente ahora lo que él le dijo al principio y comprende mejor lo que necesita?
Mujer:          ¡Sin duda! Me suena muy diferente. Ahora me doy cuenta de lo que le ocurre sin necesidad de que usted me diga en qué está fallando mi forma de actuar.
También suele ocurrir que nos apuramos en hacer lo que nos piden. En estos casos, no estamos transmitiendo un verdadero interés en los sentimientos y necesidades, sino en solucionar el malestar que nos comunican. Es importante tener en cuenta en estos casos que la comunicación inicial suele ser como la punta del iceberg, y a menudo tiene debajo todo un cúmulo de sentimientos relacionados -por lo general mucho más poderosos- y que aún no se han expresado. Al mantener nuestra atención centrada en lo que les ocurre a los demás, les ofrecemos la oportunidad de explorar su interior y expresarse plenamente. Sin embargo, si desviamos la atención con excesiva rapidez hacia lo que nos piden o hacia nuestro deseo de expresarnos, podríamos estar interrumpiendo ese proceso.

Si hablar es plata, escuchar es oro.-Proverbio turco.

Y con todo esto, ¿cómo sabremos si hemos empatizado adecuadamente con otra persona?
En primer lugar, cuando alguien percibe que sus sentimientos son plenamente comprendidos de manera empática, experimenta una sensación de alivio. Nos daremos cuenta de esto si advertimos que nuestro propio cuerpo se libera también de tensión. Otra señal, más evidente aún, es que la persona se queda en silencio. Si, a pesar de estas señales, no nos quedase claro, siempre podemos preguntar, pasado un tiempo prudencial: «¿te gustaría agregar/contarme algo más al respecto?»
Así leído, todo lo visto parece de fácil aplicación. No obstante, requiere de práctica, consciencia, análisis y ajuste de cómo vamos gestionando estos momentos con las personas con las que nos relacionamos, en distintos momentos y a lo largo del tiempo.
Poco a poco, practicándolo de manera sistemática, notamos cómo las respuestas y sensaciones que nos producen estas situaciones van mejorando sustancialmente.


Fuente: Comunicación no violenta - Un lenguaje de vida - Marshall B. Rosenberg